martes, 29 de noviembre de 2016

Innovación y aprendizaje organizacional

Los factores que intervienen dentro de una empresa cuando ésta busca realizar mejoras que incrementen su productividad (cantidad de productos obtenidos con relación a los recursos utilizados para su obtención) y por ende, su rentabilidad (relación entre los beneficios obtenidos y la inversión realizada para lograrlos) permiten formarnos una idea sobre el papel que juega la innovación dentro de las empresas.

¿Qué tan difícil puede ser incrementar la productividad mediante el uso de la innovación? Entendiendo ésta como “la implementación de un producto (bien o servicio) o proceso nuevo o con un alto grado de mejora, o un método de comercialización u organización nuevo aplicado a las prácticas de negocio, al lugar de trabajo o a las relaciones externas” como lo define el Manual de Oslo publicado en 2005 por la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE).

Sobre la innovación encontramos que “un modelo de negocio fundamentado en la innovación se basa en encontrar y fomentar nuevas formas de crear, entregar y captar valor” (Generación de modelos de negocio de Alexander Osterwalder y Yves Pigneur. “Las ideas innovadoras son rentables únicamente en la medida en que tengan relación directa con aquello por lo cual los compradores están dispuestos a pagar” (La estrategia del océano azul de W. Chan Kim y Renée Mauborgne).

El conocimiento se adquiere mediante un proceso que parte de los datos disponibles, luego se analizan para convertirlos en información y finalmente al apropiarse de la misma mediante su puesta en práctica es cuando se convierte en verdadero conocimiento. Pero ningún aprendizaje es estático, permanentemente se deben evaluar los resultados para que dicho aprendizaje se perfeccione, evolucione. Eso es mejora continua.

Para que en una empresa se logre el aprendizaje organizacional, es decir, la adquisición e integración de conocimiento, habilidades y actitudes en sus colaboradores, es necesario realizar un proceso de cambio o transformación dentro de la misma y como tal, exige la participación de todos los integrantes y en todos los niveles.

Al lograr la construcción de capital intelectual, la empresa adquiere una ventaja competitiva en el mercado ya que los empleados que la integran ninguna otra organización los tiene. Este proceso se puede realizar de manera sencilla y constante cuidando que además sea permanente y no solo durante una temporada.

Todos los procesos de cambio requieren de un lapso de tiempo para su realización. Mientras mayor sea el tiempo disponible para su implantación, mayores serán sus posibilidades de permanencia,  entendimiento y mejora. Por el contrario, un proceso de cambio acelerado no permite su apropiación por parte de los colaboradores y sus beneficios se diluyen con el paso de las semanas.

Cada empresa tiene su propio ritmo de crecimiento, aprendizaje y desarrollo y por lo regular la implantación de cualquier nuevo sistema de trabajo implica la utilización de meses o años para su completa asimilación y el reforzamiento de los conceptos mediante capacitación permanente para mantener siempre vigentes sus postulados básicos.


Las empresas que destinan recursos para innovar no necesariamente realizan nuevas inversiones hasta que se recuperan las anteriores. La inversión en innovación es permanente independientemente de sus resultados aunque es aconsejable que la inversión sea escalonada, por fases. Ahora es tu turno de invertir comentando este post.

viernes, 25 de noviembre de 2016

Las empresas saludables

Nunca mejor aplicado el adjetivo “saludable” en los negocios, es decir, relacionado con conservar la salud, de aspecto sano. No es necesario que nos vayamos a los extremos  imaginando que una persona saludable es la que tiene el aspecto de un Schwarzenegger o de un Rambo. Basta con plantearnos un término medio: una persona que no tiene exceso de peso (o déficit), que cuenta con una alimentación balanceada y que realiza alguna actividad física de forma regular.

¿Cómo será la vida cotidiana de una persona con estas características? Independientemente de su profesión o el empleo que ejerza, seguramente su nivel de estrés es bajo, cuenta con un estado de ánimo predominantemente optimista, sus niveles de colesterol son razonables, su desempeño laboral es bueno a secas para no exagerar y ante situaciones de emergencia o sorpresivas (un temblor, un accidente, un cliente molesto) reacciona favorablemente porque su cuerpo está preparado para responder.

Aquí es importante puntualizar aunque parezca un poco redundante, que el cuerpo humano “es un todo” que integra mente, cuerpo y emoción. Sin querer profundizar en la psicología evolucionista, solo pretendo que podamos asumir que el ser humano ha logrado la supervivencia gracias a esta integración primordialmente de sus procesos cognitivos (pensamiento) con su cuerpo. Esta supervivencia (llamémosle evolución) ha traído como resultado que la esperanza de vida, al menos en México, se haya duplicado en los últimos 100 años. 

Ahora llevemos esta analogía de una persona sana asemejándose con nuestra empresa, vista como un organismo vivo (no confundir con el concepto de organicismo social que se refiere a concebir a la sociedad entera como tal) sin perder de vista que es solamente una metáfora. ¿Qué hace un deportista que se prepara para una competencia? Precisamente lo que comentaba en un principio: cuidar lo que come entrenando cotidianamente. Pasada la justa deportiva, viene un relajamiento de la rutina hasta que llegue otra competencia.

En el caso de las empresas, la gran mayoría nunca participa en competencias buscando un premio, simplemente se dedican a sus actividades habituales (fabricar, vender, cobrar, volver a fabricar…) dejando que el paso del tiempo se encargue del crecimiento. Mi invitación es que acostumbremos a nuestra empresa a cuidarse y entrenar permanentemente aun cuando no se vaya a enfrentar en una contienda con otros competidores.

Pero nos debe quedar claro que esto implica que la empresa se ejercite y se cuide todos los días para ayudarse a tonificar sus músculos y sea competitiva siempre o le puede suceder lo que a muchos deportistas que dejan de entrenar: flacidez, dolores musculares, “llantitas” y pérdida de agilidad. ¿Por qué ejercitar a diario a nuestra empresa? El mismo Michael Phelps menciona que cuando dejó de entrenar seis meses, le llevó año y medio recuperar su condición deportiva.


A una empresa que deja de entrenarse para vender o para fabricar productos y servicios de calidad, que no practica nuevos ejercicios de comunicación con su propia gente o que abandona una dieta balanceada acumulando grasa (inventarios, personal improductivo, herramientas obsoletas), le será más difícil “ponerse en forma” para arreglar las cosas así que ¡a ejercitarnos se ha dicho! Y ejercita también enviándome tus comentarios.  

miércoles, 23 de noviembre de 2016

El fracaso empresarial ¿una buena oportunidad?

Fracaso. Palabra que tiene connotaciones siempre negativas. La primera acepción que nos muestra la Real Academia Española nos dice que el fracaso es el "malogro, resultado adverso de una empresa o negocio". Y le suceden adjetivos como lastimoso, funesto y ruina. Ante tal escenario ¿podríamos pensar en el fracaso como algo positivo? Con un poco de paciencia, quizás.

El primer indicador nos dice que el fracaso es específicamente un resultado, por lo tanto predecible y prevenible. Un producto (y cualquier servicio) implican apegarse a un proceso y si éste se realiza de la forma correcta, se obtiene un resultado correcto, aunque cuando se trata de servicio podríamos hablar del siguiente axioma: El producto es el proceso y el proceso es el producto. Por lo tanto, podemos afirmar que si contamos con buenos procesos obtenemos buenos productos (o resultados).

Un segundo indicador nos sugiere que el fracaso se trata de una percepción, de un estado de ánimo y por lo mismo, dependiente de la circunstancia que lo rodea. Alguien que haya tenido muchos fracasos pero que hoy atraviese por una situación positiva, opinará positivamente sobre este tema (Joaquín Sabina en una canción presume que “y a los dos nos gusta el verbo fracasar”). En cambio una persona que se encuentre en medio de una situación adversa, probablemente tenga una opinión muy negativa acerca del fracaso. Ya tenemos los elementos básicos para vislumbrar el verdadero significado de lo que implica fracasar.

Todo proyecto o iniciativa busca alcanzar resultados positivos lo que además es bastante lógico. ¿Quién en su sano juicio emprendería una acción esperando un resultado negativo? Sin embargo, este pensamiento es demasiado optimista o hasta ingenuo. ¿Acaso al tomar el autobús no existe la posibilidad de que llegue retrasado a su destino? Al comprar un producto o contratar un servicio ¿tenemos la absoluta certeza de que no se presentará una falla o un incumplimiento? Por supuesto que no.

A esto se le llama precaución o prevención. Si estudio una carrera universitaria ¿es posible que a la mitad de la misma ya no cuente con los recursos para poder pagarla? Claro que sí. Y si la licenciatura queda trunca ¿será un fracaso? No, solo un alto en el camino siempre y cuando me haya anticipado a esta posibilidad. Si con el paso de los años sigo sin contar con el dinero que me permita pagarla y concluirla tal vez consideraré que fracasé académicamente, pero será una cuestión de enfoque.

Por lo tanto el fracaso no es un resultado sino un paso intermedio que nos lleva al análisis, la reflexión y posterior acción. Aprender del fracaso suena muy elocuente pero es inútil si nos pasamos la vida de fracaso en fracaso sin capitalizar ese aprendizaje. Un fracaso debería ayudarnos más que a filosofar, ante todo a actuar de manera diferente, por lo tanto nos debe inducir al cambio de plan, de estrategia.


Acéptalo de buena manera, el fracaso puede ser parte del camino hacia el éxito más no necesariamente es un requisito. El exdirector ejecutivo de Disney, Michael Eisner lo describe muy bien: “El fracaso es bueno mientras no se convierta en un hábito”. Todos podemos fracasar pero es solo una posibilidad y depende por completo de nuestras habilidades evitarlo, o aceptarlo. Y por supuesto acepto tus comentarios. 

sábado, 19 de noviembre de 2016

El producto perfecto

Cuando comenzamos nuestro primer emprendimiento, es casi inevitable llegar a convencernos de que nuestro producto (aplica igual para un servicio) es simple y llanamente perfecto y que por fin el mundo entero podrá disfrutar de sus inigualables bondades (“¿Por qué me tardé tanto en poner en práctica mi idea?”). ¡Qué desperdicio de tiempo! ¿Verdad?

Tal es su perfección (del producto, claro está), que también estamos seguros de que la demanda en el mercado será enorme (“espero que tengamos en el almacén existencia suficiente”) y nuestra empresa comenzará un camino exitoso equiparable al de cualquiera de las marcas más reconocidas.

Ahora solo falta dar el siguiente paso, un “simple trámite”: vender. ¿Esto representa algún problema? Para nada. ¿Quién se negaría a comprar el producto perfecto? Solamente los despistados  y los ignorantes de la existencia de nuestra maravilla no lo harían. ¿El precio? Tampoco será un inconveniente, la gente paga lo que sea necesario cuando se trata de calidad.

Aquí termina la primera parte del cuento de hadas sobre ese primer emprendimiento, y comienza el recorrido por el bosque tenebroso en donde habitan seres maliciosos que esperan agazapados el momento de crearnos problemas. Aunque hay personas carentes de un sentido de la fantasía que prefieren afirmar que más bien chocamos de frente con la cruda realidad. ¿Por qué?

Porque a pesar de los excelentes comentarios recibidos de amigos, parientes, early adopters, miles de likes y personas bienintencionadas (“tu producto es fantástico”, “oye ¡por fin te animaste!”, “deberías venderlo más caro”) las ventas no repuntan sino al contrario, parecen estarse extinguiendo.   

Entonces ¿cuál fue la falla? Digamos que influyeron en el resultado varios factores pero mencionemos solo dos. La prisa, la urgencia por vender que nos impide detenernos un poco a reflexionar sobre lo que estamos haciendo (fabricando, ofreciendo, promoviendo) para validar si efectivamente el mercado lo aceptará. Y el exceso de optimismo de nuestra parte al ver las cifras de comentarios positivos, likes y visitas a  nuestro sitio, nuestras redes o nuestra tienda física.

Recordemos que durante la burbuja de las empresas punto com ocurrida en el 2000, los capitalistas de riesgo aprendieron de la manera más difícil que un sitio Web puede recibir literalmente millones de visitas y no vender gran cosa. En resumidas cuentas el error que cometemos al emprender tiene que ver con adelantar conclusiones.

Algunos autores de sobra conocidos como Eric Ries, Alexander Osterwalder y Steve Blank nos han insistido en que antes de lanzar un producto al mercado, y por lo tanto, antes de pasarlo a la cadena de producción, lo estructuremos como un Producto Mínimo Viable (PVM) para que podamos sensibilizarnos de lo que los clientes potenciales opinan de él, es decir, proponen que aprendamos del producto.


Debes asumir amigo emprendedor, que un producto por sí mismo no tienen ningún valor. El valor lo adquiere cuando va acompañado de un buen servicio, entendiendo éste como el equipo humano involucrado en la fabricación y entrega del producto, la atención que se brinda después de la compra (garantía, fidelización, soporte técnico) y el contacto permanente con el cliente para informarle sobre actualizaciones o nuevas propuestas. Así que te propongo agregar valor comentando este post.

martes, 15 de noviembre de 2016

La Propuesta de Valor en tu emprendimiento

En 2010 el suizo Alexander Osterwalder y Yves Pigneur publicaron su libro Generación de Modelos de Negocio (título original en inglés Business Model Generation: A Handbook For Visionaries, Game Changers, And Challengers) que marcó tendencia en la forma de ver la creación de nuevas empresas y se ha convertido en una especie de referente en el tema. Como buen éxito de librerías, su metodología CANVAS se utiliza, discute y aprovecha sobre todo en ambientes universitarios como si se tratara de un mantra.

Amigo lector, no es mi intención tratar de discutir si esta metodología es o no es, lo que se espera de ella. Más bien quisiera proponerte su uso de manera más específica enfocándonos solo en una parte del lienzo, aquella que en mi opinión personal es la esencia misma que la convierte en una herramienta de análisis de gran utilidad. Me refiero específicamente a tres de los nueve elementos que plantea la plantilla (lienzo): Propuesta de Valor, Segmento de Clientes y Relación con el Cliente.

Cuatro años después salió a la luz el segundo libro, “La propuesta de valor”, en una clara propuesta para concentrar nuestra atención en este concepto por sobre los demás apartados del famoso CANVAS, convirtiéndolo en el eje central de la metodología. Afortunadamente ambas obras son de licencia creative commons 3.0 lo que nos permite compartirla y adaptarla siempre y cuando respetemos la autoría original. Para su inclusión dentro de un software es necesario el permiso de los autores.

Hechas las aclaraciones respectivas, te propongo que analices en tu emprendimiento los segmentos ya mencionados a los que podríamos llamar si me lo permites, CANVAS Básico, entendiendo que como vas comenzando, tu idea de negocio no implica la creación de una empresa formal y completa como tal, sino el ofrecimiento de un servicio o producto de manera personal, un autoempleo. Cuando logres consolidarte en el mercado, tendrás seguramente elementos de peso para completar el CANVAS de manera más profunda.

Propuesta de Valor. Si quieres que tu posible cliente elija tus servicios o productos y no los de la competencia, dedica tiempo a reflexionar y analizar cuáles son tus habilidades o competencias que te distinguen de los demás.

Hablando del servicio describe  aquello en lo que verdaderamente te desempeñas muy bien evitando centrarte en las cosas intangibles y difíciles de medir, como que eres amable, que siempre sonríes o que eres puntual. Mejor céntrate en tus capacidades para resolver problemas (del cliente por supuesto) o tu forma de motivar a la gente para que logren un cambio.

En lo referente a tu producto lo mejor será que describas las características específicas relacionadas con su utilidad práctica y cómo su uso puede generar beneficios, reducir riesgos y mejorar la vida de quien lo compre.   

Segmento de Clientes. Es muy fácil (y equivocado) llegar a la conclusión de que nuestro producto o servicio puede atender las necesidades de cualquier persona, edad, sexo y condición económica. En la realidad no es posible atender a todo el mundo (“querer ser todo para todos, lo convierte en nada para nadie”) y menos aún desde que la segmentación se ha especializado tanto con el uso de la tecnología y de la respuesta inmediata en las Redes.

Es mejor que elijas un segmento del mercado mucho más específico y delimitado para que puedas atenderlo de manera eficiente lo que también te facilita la logística. Por ejemplo, hombres profesionistas mayores de 30 años  con un poder adquisitivo medio (puedes encontrar información de primera mano sobre los niveles socioeconómicos aquí)

Relación con el Cliente. Es típico que un vendedor de seguros te busque solo cuando tu póliza está a punto de vencer, aunque hay algunas excepciones de quienes están al pendiente de ti de manera frecuente. ¿Cómo desearías que te atendieran? ¿Cómo crees que deba ser la relación proveedor-cliente? ¿Crees que esta relación pueda ofrecer algo más que solo vender y pagar por lo comprado? Entonces define de manera innovadora y creativa cómo va a ser tu trato con quienes compren tu producto o servicio.


Lo más importante al momento de elaborar el CANVAS de tu emprendimiento, no es la plantilla en sí con sus nueve segmentos debidamente explicados sino ponerlos a prueba. Se trata de salir a la calle y probar qué tan realista es nuestra teoría con respecto a nuestro producto y el mercado elegido. Y si descubrimos inconsistencias entre lo propuesto y la realidad, simplemente pivotar. Y por supuesto, seguir opinando sobre este post.  

viernes, 11 de noviembre de 2016

El empresario heroico

El adjetivo se toma prestado del libro “Ensayos de Tecnodicea”, escrito por el filósofo español Manuel Luna Alcoba y en donde nos habla del heroico inventor afirmando que “resulta muy habitual, a la hora de racionalizar la historia de la tecnología o a la hora de hacer filosofía, aislar la aparición de una tecnología de su contexto. Es entonces cuando surge la figura del inventor. El inventor es un individuo noble y heroico que, luchando contra las adversidades, logra una patente que cambiará el mundo”.

Y si de conceptos idealistas se trata, es todavía más descriptiva la definición contenida en el  Diccionario de la creatividad. Ricardo López Pérez (2001) que reza “[…] los inventos surgen plenamente desarrollados de la mente de una persona excepcional. Se trata de un aporte que directamente surge del gesto solitario de seres superiores, que no dependen del patrimonio de su época, del saber acumulado, de procesos sostenidos, ni de las influencias de otras personas”.

¿Verdad que estas afirmaciones resultan aleccionadoras, y hasta provocativas? ¡Quién no desearía convertirse en inventor después de leerlas! Sin embargo amigo lector, si reflexionaste con detenimiento y suficiente crítica, habrás descubierto que los inventores en la vida real ¡no son así! Para que una innovación salga al mercado es necesaria la integración de varios factores interrelacionados entre sí como el mercado, los recursos financieros, la industria, las regulaciones gubernamentales, los investigadores, las relaciones públicas, la disponibilidad tecnológica…

Es así como podemos asumir que no existe ese  inventor heroico encerrado en su laboratorio y alejado del materialista mundo empresarial. El inventor necesita ser también un hombre de negocios  que se mantenga al tanto de lo que sucede en su industria, cuidando sus invenciones mediante el registro de patentes y beneficiándose de ellas a través de su explotación, su venta o licenciándolas.

Ahora pasemos de lo inventivo a lo empresarial, en donde el mito se construye alrededor del empresario heroico. Ese personaje que al igual que el inventor, gesta en su mente prodigiosa una idea de negocio innovadora (un producto, un servicio, un concepto) y sin más recursos que su propia iniciativa, se juega el todo por el todo para construir su empresa, generar empleos y contribuir al desarrollo de la sociedad que lo cobija.

Que existan los mitos no tiene mayor relevancia, salvo que el empresario se los crea. Es ahí cuando surgen los problemas. Si un empresario que cuenta con un emprendimiento de reciente creación y un relativo de éxito empresarial se siente motivado a equiparar su historia con la de Bill Gates, Howard Schultz o Richard Branson, seguramente necesita informarse un poco más y también esperar otro poco más. Estas historias llevan acumuladas al menos cuatro décadas de aciertos, desencuentros, errores, dudas, desvelos, litigios, competencia feroz y también satisfacciones.


Cada uno de estos “héroes” aprendió en carne propia lo que implica correr riesgos desmesurados, creer que su producto es infalible y el costo de no tomar en cuenta la opinión de sus colaboradores cercanos. El consejo final. No te consideres un empresario heroico a menos que sepas lo que esto significa. Y heroicamente comenta sobre este post. 

martes, 8 de noviembre de 2016

¿Fracaso en los negocios? Terapia empresarial.

En la película “La familia del futuro” (conocida como “Descubriendo a los Robinsons” en España), una escena divertida y a la vez extraña para algunos transcurre cuando el jovencito Lewis durante una cena en su viaje al futuro, intenta reparar de su atasco a una máquina que suministra crema de maní y jalea sin conseguirlo. Apenado, triste y consternado pide disculpas a los presentes recibiendo a cambio un grito a coro: “¡Así se falla!” entre elogios y exclamaciones de alegría.

La señora de la casa (que en realidad será su esposa cuando él sea mayor) pide un brindis explicando que: ”Hay que celebrar todos con Lewis su magnífico fracaso, para que lo guíe al éxito en el futuro”. Me parece una forma muy adecuada –y afortunada– de explicar la relevancia de fracasar y de lo trascendente que es poner a prueba nuestras teorías y confrontarlas con la realidad para descubrir mejores caminos. La práctica es la mejor vía para la innovación.

Se dice insistentemente y con enorme convicción que se aprende de los errores. Confucio sentenció que “cometer un error y no corregirlo es otro error”. ¿Entendemos claramente cómo se aprende de los errores? Me temo que no lo suficiente. Cuando nos equivocamos deberíamos comenzar por aceptar nuestro fallo (“nuestro”, no de otro u otros) y a partir de ahí reflexionar detenidamente sobre la serie de decisiones y acciones que nos llevaron errar, es decir, encontrar la causa raíz de la falla.

Una técnica sencilla que nos ayuda a encontrar la causa raíz, lleva más de 100 años aplicándose en la industria automotriz japonesa y se conoce como “Los 5 ¿Por qué?”. Fue creada por el inventor e industrial Sakichi Toyoda (sí, el fundador de la empresa Toyota) y consiste básicamente en preguntar cinco veces ¿por qué? cuando se nos presente algún problema para encontrar la verdadera causa del mismo.

Regresando a nuestro aprendizaje por los errores cometidos, éste nunca llegará si en lugar de reflexionar sobre las causas solo nos esforzamos por justificar nuestros actos y convencernos de que somos víctimas de las circunstancias. Desafortunadamente en el ámbito empresarial esta victimización de los dueños de empresa es recurrente. ¿Quién no ha escuchado frases como mi empresa fracasó por culpa del gobierno, “pagaría con gusto mis impuestos si fueran utilizados de forma adecuada”, “cómo quieren mis empleados que les pague mejores salarios si no ponen de su parte”…?

Ser empresario tiene su gracia –por eso hay tan pocos– y también tiene su precio. En términos sencillos solo uno de cada diez emprendimientos sobrevive más allá de 10 años y para conseguirlo se debe trabajar con verdadero empeño, lo que genera una enorme presión en el estado anímico de los dueños de empresa. ¿Necesita el empresario acudir con el terapeuta para reducir el estrés o la depresión empresarial? Tal vez no estaría mal hacerlo, sobre todo si asumimos que de acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS) la depresión afecta al 5 por ciento de la población adulta.   



Pero antes de buscar ayuda profesional, como buenos autodidactas (léase empresarios), comencemos a hacer nuestra tarea tratando de encontrar la o las causas por las que podríamos sentirnos deprimidos en nuestra empresa y tal vez nos ahorremos la visita al desván. Y no te ahorres tus comentarios para este post.   

viernes, 4 de noviembre de 2016

¿Qué negocio emprender? No cualquiera.

Una de las leyendas urbanas más populares en cuanto al emprendimiento, es la relacionada con la elección del mejor negocio que puedes comenzar en tu “primera vez”. Se afirma que si queremos iniciar un negocio “seguro”, éste deberá relacionarse con los alimentos ya que todas las personas comemos lo que garantiza un mercado de consumidores gigantesco. ¿Quién no come?

No podemos negar que este planteamiento presenta una reflexión aparentemente lógica, pero las reflexiones también pueden ser filosóficas y no necesariamente realistas. ¿Disponemos de algún tipo de información que nos permita tomar decisiones más acertadas con nuestro emprendimiento? Sí, aunque no tan detallada como quisiéramos.

En el caso de México se puede consultar en dependencias de gobierno municipales la cantidad de licencias de giros comerciales expedidas, particularmente las relacionadas con lo que se conoce como puestos semifijos y ambulantes, con la novedad de que efectivamente entre un 75 y 80 por ciento de dichas licencias tienen que ver con la venta de comida, mayoritariamente tacos en todas sus modalidades.

Y aquí una primera reflexión (no filosófica claro). El hecho de que la mayoría de los emprendedores busca comenzar negocios de comida solo nos habla de sus preferencias, no de la efectividad de su elección –la mayoría de la gente elige no hacer ejercicio y esto no es necesariamente efectivo para la salud–. Además, los negocios ambulantes son lo que se denomina el sector informal que el Instituto de Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) define como: “Todas aquellas actividades económicas de mercado que operan a partir de los recursos de los hogares, pero sin constituirse como empresas con una situación identificable e independiente de esos hogares”.

Dicho de otra forma, un negocio ambulante no lleva una contabilidad que le permita separar el patrimonio del hogar y el del negocio mismo, por lo que es poco probable que pague impuestos o que realice trámites ante autoridades de gobierno, lo que impide contar con información estadística suficiente para determinar qué tan exitosa es su actividad y si ésta permanecerá con el paso del tiempo. Como podemos apreciar, la probabilidad del éxito empresarial no aumenta con la elección de un determinado giro comercial sino con una adecuada gestión del negocio en cuestión.

Dato curioso. En Estados Unidos la comida mexicana ocupa el tercer puesto dentro de las preferencias de los comensales norteamericanos –sin distinción de origen étnico, no solo los mexicanos consumen comida mexicana–. El 50 por ciento de ese mercado lo dominan las empresas Taco Bell (40%) y Chipotle Mexican (10%) aunque quienes fundaron estas empresas no son de origen mexicano y sus tortillas (para los tacos por supuesto) son primordialmente de harina de trigo, no de maíz, pues su mercado es anglosajón.

El espíritu empresarial bien aplicado, apoyado en la toma de decisiones fundamentadas, ayuda a que los emprendimientos no fracasen y se logre un beneficio adicional: la creación de los empleos que necesitan especialmente los jóvenesEmprender no es solo cuestión de ganas. También implica informarse y reflexionar seriamente sin dejarte llevar por lo que cuentan las leyendas, por más maravillosas y románticas que parezcan. Eso sí, déjate llevar por lo que te pereció este post y envíame tus comentarios.


martes, 1 de noviembre de 2016

¿Cuánto vive una empresa? Depende del empresario.

Aprovechando la celebración del Día de Muertos en México, podríamos reflexionar sobre la muerte empresarial. Si te encuentras en medio del proceso de iniciar un nuevo emprendimiento, entonces cuentas con una enorme ventaja: comenzar desde cero. Puedes elegir desde un principio el producto o servicio que sea completamente de tu agrado y dirigirlo al mercado idóneo.

En cambio, los dueños de empresas en marcha corren el riesgo de estar trabajando con productos y servicios que tal vez no son de su propia creación y solamente lo comercializan o distribuyen –una franquicia opera así–, por lo tanto dependen por completo de sus proveedores para continuar creciendo, mantenerse o cerrar (morir) en última estancia, si las condiciones pactadas como el precio, tiempo de entrega o volumen cambiasen desfavorablemente.

¿Puede un nuevo empresario elegir el tipo de empresa que desea construir? Por supuesto. Ahora bien, si el empresario ya cuenta con una empresa y decide cambiar de giro, de producto o servicio, de ubicación o de clientes le resultará más difícil porque se suman (y hasta multiplican) los factores que le complican las cosas. Por esta razón las grandes corporaciones prefieren abrir nuevas empresas antes que arrancar un proceso de transformación completo. Como puedes ver, “la tienes fácil” si comienzas desde cero.

¿Podrá también un nuevo empresario decidir cuánto tiempo vivirá su empresa? Otro rotundo sí. ¿De qué depende la vida o muerte de un negocio? Tal vez te cueste trabajo creerlo pero gran parte las empresas que fracasan lo hacen por cuestiones de índole interna, es decir, por factores asociados con el empresario mismo y su forma de gestionar su propio negocio. Las empresas más desordenadas y con mala reputación entre sus clientes son el vivo reflejo de sus dueños.

¿Qué ocasiona que una empresa fracase? Las causas son simples e ilustrativas a la vez. Las empresas que no tienen liquidez para pagar la nómina, sí tienen dinero en cambio para realizar gastos superficiales como viajes, participar en congresos y mantener autos caros.

Los empresarios que se quejan de no contar con empleados comprometidos que se “pongan la camiseta” normalmente están en su  negocio muy poco tiempo y no se interesan en la problemática cotidiana que viven sus colaboradores: falta de tecnología, productos y servicios de mala calidad, poca o nula capacitación, clientes enojados y un largo etcétera.

¿Qué tipo de empresa quieres construir? La elección es totalmente tuya. Mira a tu alrededor. ¿Lo que ves son negocios de primer nivel preocupados por su buen servicio y en atender a sus clientes “como reyes”? ¿O acaso lo que te encuentras por la calle son locales pequeños, descuidados, sucios y hasta sombríos? La diferencia entre unos y otros radica solamente en el dueño que los atiende.


Y si a estadísticas vamos, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) publicó recientemente su estudio “Esperanza de vida de los negocios en México” en el que podemos encontrarnos con el dato de que el promedio de vida general es de 7.7 años y los negocios que menos sobreviven son los dedicados al comercio. ¿Es mucho o poco tiempo para vivir empresarialmente? Queda para tu reflexión personal tomar en cuenta que la vida media de una corporación multinacional se ubica entre los 40 y 50 años.

Aunque hay un buena noticia: mientras más años vive una empresa, su esperanza de vida aumenta también.

Convertirse en empresario no es fácil pero te aseguro que si te lo propones, comprobarás que los obstáculos que se presentan se pueden vencer siempre y cuando estés dispuesto a correr el riesgo. Ser empresario vale la pena. ¿Te animas? Mientras lo decides, hazme también un comentario a este post.