sábado, 3 de febrero de 2018

El verdadero talento digital

Todos los días somos literalmente bombardeados por noticias, comentarios, estadísticas y hasta memes relacionados con el tema de las tecnologías de la información y la comunicación (las TIC), término bien conocido por todos aunque cada vez abarca más entornos y conceptos convirtiéndose en un enorme campo de actividades. Una de ellas es el talento digital que también se menciona ampliamente pero quizás no se interpreta de la forma correcta.

En principio, todo lo que ocurre alrededor de las TIC se puede considerar digital por sus señales o la composición de su información basada en dígitos (dispositivos, archivos, transmisiones), solo que al hablar de capacidades o talento digitales es necesario revisarlas con mayor detenimiento. Las competencias digitales (e-skills) son un conjunto de conocimientos, capacidades, destrezas y habilidades, en conjunción con valores y actitudes, para la utilización estratégica de la información. 

Si nos apegamos literalmente a su significado, nos daremos cuenta de que el talento digital no se limita simplemente a saber diseñar un programa informático, poder crear un juego para smartphones, construir un sitio Web o elaborar un análisis profundo de los datos disponibles en una base de datos (big data). El talento digital es mucho más simple de lo que parece y nosotros mismos hacemos que aparente ser mucho más complejo. 

Cuando se habla del futuro del trabajo y de las empresas mismas, de manera natural nos dejamos llevar por aquellos escenarios que vemos cotidianamente en el cine o en las series de televisión (aunque una buena parte de los espectadores son internautas). En ellos

《...vemos a los robots y las máquinas dominando el planeta y esclavizando a las personas. Historias que regularmente terminan en épicas batallas que destruyen el mundo aunque siempre salen victoriosos los seres humanos》. 

Y les ganamos a los robots porque "ellos" carecen de emociones y creatividad. La buena noticia es que esto es cierto hoy y lo seguirá siendo en el futuro. El robot androide perfecto tal vez logre fabricarse dentro de 50 años por su complejidad y su costo. Mientras tanto, se utiliza básicamente para la realización de tareas repetitivas, aburridas y muy precisas en donde los humanos de este siglo y del pasado nunca han sido muy buenos (ni lo serán).

Dejemos por un momento a los robots y concentremos nuestra atención nuevamente en lo digital. ¿Acaso únicamente los programadores de computadoras, los diseñadores Web y los hackers serán quienes conservarán su empleo en el futuro? ¿Y serán también exclusivamente ellos quienes gozarán de fabulosos salarios? La respuesta es un contundente no. Solo es cuestión de observar detenidamente nuestro entorno para percatarnos de que en la vida realidad no todo es digital. 

Los programadores salen a disfrutar de algo que los robots aún no pueden hacer: comida. Claro, ya preparan pizzas muy rápido pero no las hacen más sabrosas.

 Los diseñadores Web se compran buena ropa que se fabrica combinando personas y máquinas de coser. Y los hackers siguen teniendo empleo precisamente porque los robots no cuentan con la creatividad, ingenio y destreza necesarios. Su capacidad (la de los robots) se limita a realizar actividades aritméticas de cálculo y predicciones financieras. La preocupación ahora está más relacionada con el tema de que los androides deberían pagar impuestos en la misma proporción que ahorren dinero a sus dueños, como lo propone uno de los creadores de la Era Digital, Bill Gates. Finalmente ¿qué habilidades digitales mínimas pueden ayudar a proteger nuestro empleo? 

Precisamente las que desdeñamos desde que nacieron hace cuatro décadas, necesarias el día de hoy (y seguramente mañana) y tan sencillas como saber utilizar una hoja de cálculo (es como programar), tener la creatividad suficiente para diseñar una presentación muy atractiva (incluye pararse al frente de un público y exponer como un profesional) y tener la capacidad de elaborar un documento en un procesador de textos sin faltas de ortografía (el autocorrector es insuficiente), con impecable redacción y un estilo claro y riguroso que transmita las ideas adecuadamente. 

En su libro La Cuarta Revolución Industrial (también se le define como Industria 4.0), Klaus Schwab, creador del Foro Económico Mundial, afirma que ésta
《...puede poner en peligro las fuentes que tradicionalmente han dado sentido a la humanidad (trabajo, comunidad, familia e identidad), o conducirla a una nueva conciencia colectiva y moral que se base en la noción de un destino en común. Está en nosotros decidir

Las habilidades ya descritas no las tiene un robot ni las puede aprender. Una persona no solo puede aprenderlas sino que además las transmite y las mejora, pero implica de su parte algo que tampoco tienen los robots: deseo, compromiso y dedicación. No se adquieren solo en la escuela, también se alcanzan de manera autodidacta. ¿Tienes la suficiente determinación para aprenderlas por tu cuenta o esperarás tranquilamente a que una maquina lo haga por ti?     

martes, 7 de febrero de 2017

Las ventajas de ser migrante

¿Ventajas? Sí, leíste bien, ventajas. Pero antes de entrar de lleno al tema, quiero curarme en salud (un disclaimer como también se dice). En los últimos meses los medios de comunicación, los políticos, los empresarios, nuestro presidente, los millonarios, los artistas, los ciudadanos… en fin, todos, hemos dedicado nuestra atención en mayor o menor medida, a lo que se amenazó primero y que se cumplió después: iniciativas en contra de los inmigrantes en Estados Unidos.

También pasamos de los comentarios de sobremesa y las discusiones con colegas y amigos tanto en persona como por vía remota (léase redes sociales) a expresiones más intensas como acudir a una marcha de protesta. Aún me cuesta trabajo poder calificar el nivel de efectividad (y de involucramiento por supuesto) que representa poner en nuestro perfil de WhatsApp una bandera mexicana o cantar el himno nacional durante un partido de futbol, pero también contamos con este tipo de acciones.

El rechazo a estas medidas norteamericanas es casi unánime no solo en México sino en muchas naciones que se ven afectadas, sobre todo (obviamente) aquellos países que envían voluntaria o forzadamente a miles de sus ciudadanos a ese lugar emblemático y defensor del mundo libre en donde todos se pueden expresar y además pueden emprender (antes le decían el sueño americano, aunque para muchos ha sido una pesadilla). 

El inconveniente que yo veo de todo este rechazo es que también va acompañado de temor. Los gobiernos, los artistas, los dreamers, los migrantes (sobre todo ilegales), los parientes de los migrantes, los defensores de derechos humanos, los economistas y los activistas tienen miedo de lo que vendrá después, aunque no saben a ciencia cierta cómo será la nueva situación. Es un temor que roza la terribilitis o tendencia a decirse que cualquier adversidad es terrible, lo que hace más dañino su efecto. Hasta aquí lo de “curarme en salud”.    

Existen dos formas de enfrentar los problemas: con una buena o con una mala actitud. Hay también dos maneras de asumir los retos que se nos presentan: con intensa proactividad o con simple resignación (entendiendo al reto como un desafío y por lo tanto un estímulo a la acción). Y finalmente cuando llega el momento de asumir las consecuencias por haber tomado una decisión difícil cuando no contamos con otras opciones, lo hacemos con una sonrisa y echados para adelante o a regañadientes y vociferando maldiciones constantemente.

Una de esas decisiones difíciles es precisamente la migración, solo que en este tema desafortunadamente también existen dos posibilidades: migración voluntaria o migración forzada. Si elegimos cambiar nuestro lugar de residencia porque tendremos un nuevo empleo o por razones de estudios, dicho cambio puede resultar bastante llevadero al evaluar el beneficio final que puede traducirse en mejorar nuestra economía y nuestras capacidades. Ahora bien, cuando nos vemos obligados a abandonar familia, amigos y casa porque no existe otra opción para salir a flote, definitivamente tenemos que echar mano de toda nuestra voluntad y ánimo para no derrumbarnos.

La repatriación es exactamente igual a lo descrito solo que en sentido inverso: de regreso a nuestro lugar de origen. Y es aquí en donde encuentro las ventajas de ser migrante “repatriado”, aunque es solo el comienzo de esta emocionante aventura (sí, emocionante por tantos estados de ánimo que se presentan). Me explico. A nivel mundial existe una búsqueda permanente por mejorar las competencias profesionales, particularmente de los jóvenes universitarios y con ello incrementar sus posibilidades de encontrar un mejor empleo.

Estas competencias abarcan desde la formación académica, el aprendizaje de otro idioma y las prácticas universitarias hasta el involucramiento del joven en proyectos de cooperación. En la Unión Europea los jóvenes universitarios que deseen vivir por primera vez en un país extranjero buscan ser apoyados con una beca que les ayude a conseguir los fondos mínimos necesarios para su hospedaje y parte de su manutención. En México es el Instituto Mexicano de la Juventud el responsable de administrar este tipo de apoyos.

Solo que como ya lo mencioné, estas ayudas son fundamentalmente para jóvenes universitarios, lo que deja fuera a un gran número de personas que no tienen esta edad ni desarrollan una actividad estudiantil. Y es aquí en donde quiero equiparar las competencias que se pueden adquirir en el extranjero de manera voluntaria (becas) con aquellas que se obtienen de manera no tan voluntaria (emigrando) pero que en definitiva ambas permiten mejorar las opciones de empleo o autoempleo cuando se regresa al país de origen.

¿Cómo es el perfil del migrante mexicano que regresa a México? La respuesta no es sencilla ni muy exacta pero existen algunas aproximaciones que pueden ayudar a evaluar mejor las posibilidades de reinserción laboral para quienes se encuentran en esta situación. Si revisamos en detalle el trabajo de investigación Perfil laboral de migrantes mexicanos deportados e inserción laboral en México basado a su vez en la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif) correspondiente a 2014, veremos que, contrario a lo que pueda suponerse, quienes regresan a México lo hacen en condiciones muy similares a las que viven aquellos que no han salido del país (la conclusión es mía).

De los que regresan, un 87% tiene entre 15 y 40 años de edad (emigran jóvenes y regresan jóvenes), el 47.6% cuenta con secundaria y un 88% tiene experiencia laboral (en la construcción y preparación de alimentos primordialmente). De la Población Económicamente Activa (PEA) que reside en nuestro país, el 74% tiene entre 15 y 40 años, el 37.31% cuenta con secundaria y un 89% tiene experiencia laboral de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del 4to. Trimestre del 2014.

Como podemos observar, la mayoría de quienes retornan a México superan en proporción de estudios y juventud a quienes no emigraron, con una ventaja adicional: la cuarta parte de los migrantes tiene conocimientos de inglés. Nuevamente es complicado tratar de establecer de manera precisa el nivel de dominio del idioma de parte de los mexicanos así que solo podemos establecer aproximaciones.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirma que solo el 5 por ciento de la población en México habla inglés, y en la Emif mencionada se aprecia que de los migrantes que regresan a México, el 27 por ciento tiene conocimientos de este idioma. Y si esto no fuera suficiente, la gran mayoría de los migrantes que he podido conocer, regresan a su tierra con una mentalidad muy distinta de la que tenían al marcharse, me atrevo a decir que casi aguerrida en temas de emprendimiento principalmente.

Un dato más. No todos los migrantes llegan a Estados Unidos cruzando el desierto o nadando por el Río Bravo, más de la mitad eluden a las autoridades migratorias efectivamente por la frontera con México, en cambio los demás ingresan legalmente, pero infringen los términos de sus visas de visita al quedarse a trabajar o al no regresar a sus países. Además existen migrantes voluntarios temporales, se les podría identificar como “mojados de lujo” ya que regularmente son jóvenes que viajan al extranjero para ganar unos dólares (o euros) y regresan a casa para disfrutarlos.

¿Cómo podemos solidarizarnos con nuestros hermanos migrantes que están de regreso? Tratándolos como personas afortunadas y no como fracasadas. Me parece que son excelentes candidatos para conseguir un buen empleo o mejor aún, para convertirse en empresarios así que quienes deberíamos “preocuparnos” somos los que seguimos aquí. Nuestra solidaridad podría reducirse simplemente a abrocharnos un seguro (sí, de los que son para la ropa) en algún lugar visible para mostrarle al mundo que somos aliados "seguros" en contra de la violencia nacionalista y racista. Que cada quien decida y espero también tu decisión para comentar sobre este post.

martes, 27 de diciembre de 2016

Más que importantes, los empleados son indispensables.


En los últimos años las empresas efectivas han volcado una buena parte de sus recursos (humanos, financieros y materiales) en perfeccionar su CX (Customer Experience) o al menos buscar que sea palpable dicha experiencia de cliente como la conocemos en nuestro idioma. Para conseguirlo la instrucción hacia el vendedor y a cualquiera que tenga contacto con un cliente es determinante: tratarlo como a un rey.

Para conseguir que la experiencia de cliente sea la adecuada, no basta con innovar aunque éste es un ingrediente fundamental. En nuestra Era Tecnológica, las máquinas y los programas pueden hacer mucho del trabajo repetitivo y pesado pero la mejor experiencia se obtiene cuando interactúan dos personas. Confío en que para algunas necesidades de servicio todavía durante un tiempo (espero que sea largo) las personas preferiremos sostener una breve y amable plática telefónica con un ser humano del otro lado de la línea, que estar eligiendo números de un interminable e inteligible menú de opciones.  

Hoy el empresario ya se preocupa por tratar a sus clientes como personas pero también debe (y conste que este verbo es correcto) entender y aceptar que sus empleados también los son y por lo tanto, merecen un trato no similar sino idéntico. Y si reflexionamos un poco y nos preguntamos ¿cómo tratamos a nuestros empleados? ¿qué hacemos realmente por ellos además de pagarles un salario (por cierto, obligatorio) o de ofrecerles cada año (no cada mes) un posada con algunos regalos?

En pleno siglo XXI, me toca colaborar con empresarios que aún les gritan a sus trabajadores. También puedo presenciar que cuando alguno de estos empleados se arma de valor y sugiere una nueva forma de trabajar u opina sobre lo que se hace mal en la empresa, recibe a cambio una desafortunada reprimenda al estilo de “te pago para que trabajes, no para que pienses”. Muy motivador ¿verdad?

Y hablando de motivación ¿cuál es el nivel de compromiso de tus empleados? Es muy usual (y curioso) que en empresas como la mencionada (“no te pago para que pienses”), el dueño se pregunte: “¿Por qué mis trabajadores no se ‘ponen la camiseta’?”. Aunque su percepción del compromiso está distorsionada. Él considera que cumple con su parte al pagar puntualmente el salario de sus empleados y esto es suficiente para que ellos estén completa e incondicionalmente comprometidos, aunque los trabajadores no piensan igual.

La firma Temkin Group realizó una interesante encuesta para medir el nivel de compromiso de 5 mil empleados concluyendo entre otros aspectos que en las empresas estudiadas con buenos resultados financieros, el 77% de los trabajadores tenían un nivel de compromiso alto o moderado, en comparación con el 49% existente en empresas con resultados financieros menos buenos.

Otro dato. Comparándose con empleados no comprometidos, los empleados altamente comprometidos son cuatro veces más propensos a recomendar productos y servicios de su propia compañía y dispuestos hacer algo bueno por ella sin que se les pida. Son 2.5 veces más propensos a permanecer en el trabajo hasta tarde si algo se necesita realizar después de la jornada laboral normal y siete veces más propensos a recomendarle a un amigo o familiar que solicite un empleo en la misma empresa.


Me parece que definitivamente contar con empleados comprometidos en la actualidad vale la pena si, como afirma la agencia Gallup, “un asombroso 87% de los empleados en todo el mundo no están comprometidos. Muchas empresas están experimentando una crisis de compromiso y no son conscientes de ello”. Entonces los empresarios debemos (nuevamente el mismo y correcto verbo) actuar en consecuencia y trabajar intensamente por lograr que nuestros colaboradores se sientan parte de una familia a la que aprecian. Y si aprecias este post, déjame un comentario.

viernes, 23 de diciembre de 2016

¿Crecer o morir? No existe tal dilema.

Para que nuestra actividad empresarial resulte efectiva, es necesario trabajar de forma disciplinada, consistente y constante (¿existe acaso otra manera de trabajar?). Mi afirmación es bastante obvia pero en la realidad cotidiana se practica muy pocas veces. La mayoría de las empresas trabajan en sentido contrario: sin disciplina, sin consistencia, sin constancia. Y prueba de ello es la tasa de mortalidad empresarial que oscila entre el 70 y el 85 por ciento a nivel mundial.

En palabras sencillas, son más las empresas que mueren que las que sobreviven pero no es como para ponernos melancólicos y tristes (claro, mientras no sea nuestra propia empresa la que muera ¿verdad?), la cifra es solo de promedio. Existen empresas verdaderamente longevas como la Kongō Gumi Co., Ltd., dedicada a las construcciones fundada en el año 578 y que se declaró en bancarrota en 2006 tras permanecer activa por 1,428 años.

Tenemos otro ejemplo de longevidad con el hotel Hoshi Ryokan fundado en el año 718 y sigue activo después de 1,288 años (figura en el Libro Guinness de los récords). Los tiempos cambian y las empresas también. Hoy el promedio de vida empresarial varía según la región del mundo que se trate. La empresas latinoamericanas viven una media de 12 años, las españolas 11.69 y las mexicanas 7.7 años, aunque debemos tomar en cuenta que también las condiciones del entorno cambian.

En 1920 las empresas que cotizaban en el Índice S&P 500 (Standard and Poor’s 500 Index) vivían en promedio 67 años, hoy viven 15 aunque hay quienes afirman que son solo 10 años. Si tomamos en cuenta las conclusiones publicadas por la Real Sociedad de Londres, el hecho de que una empresa desaparezca no es necesariamente negativo porque podría deberse a que la empresa se transforma en otra empresa o pasa a formar parte de una más grande. Esta gran velocidad con la que desaparecen las empresas, vaticina que en el 2027 solo quedará el 25% de las empresas del Índice S&P 500. Pero insisto, no debe ser tema de preocupación sino de reflexión primero, y de acción después.

Entonces ¿el camino para las empresas debería ser el crecimiento? ¿Convertirlas en grandes corporaciones para que logren sobrevivir el paso del tiempo? Esta es una alternativa que tiene dos modelos a seguir: el modelo occidental que busca el crecimiento permanente de las empresas a costa de su independencia (fusiones, adquisiciones) y el modelo oriental que evita a toda costa el crecimiento para conservar la propiedad de la empresa con la familia original.

Precisamente las empresas longevas antes mencionadas (Kongō Gumi y Hoshi Ryokan) son de origen japonés y pertenecientes prácticamente a una sola familia a lo largo de su historia. ¿Cómo lo han logrado? Una buena explicación la proporciona el profesor Makoto Kanda de la Universidad Meiji Gakuin: "Las compañías japonesas han podido sobrevivir durante tanto tiempo porque son pequeñas, sobre todo familiares, y porque se enfocan en el principio o credo de que no están vinculadas exclusivamente a obtener ganancias".

Y esto nos habla del estilo occidental que persigue ante todos la obtención de ganancias a corto plazo, la rentabilidad, lo que a su vez permite un crecimiento permanente y sostenido a lo largo del tiempo. Una de las empresas consultoras con mayor prestigio a nivel mundial, McKinsey  nos proporciona su metodología de “Los tres horizontes de crecimiento” muy útil en tiempos de incertidumbre ya que en palabras de la propia firma de trata de un modelo “para equilibrar la atención (de Dirección) y las inversiones en el rendimiento actual y las oportunidades de crecimiento (futuro)”. Y dame la oportunidad de recibir tus comentarios.  

martes, 20 de diciembre de 2016

En México ¿somos o no somos emprendedores?


De acuerdo con el GEM (Global Entrepreneurship Monitor), sí lo somos, específicamente afirma que tenemos un creciente nivel de actividad emprendedora. Bien por nosotros ¿verdad? Solo que antes de echar las campanas al vuelo es importante revisar con mayor detenimiento los distintos aspectos que abarca esta actividad emprendedora y sobre todo en qué condiciones se está emprendiendo en nuestro país, para que podamos valorar en su justa dimensión los esfuerzos emprendedores.

Desde su nacimiento en 1999, el GEM estudia el emprendimiento desde una perspectiva integral y publica un reporte anual muy detallado con sus conclusiones. En futuras publicaciones podremos analizar algunas perspectivas específicas que contiene este reporte sobre el emprendimiento mexicano, regional (entendiendo región como Latinoamérica) y mundial.

¿Cómo se define a un emprendedor? A lo largo de los últimos 80 años, podríamos encontrar numerosos autores y amplios trabajos que exponen su propia concepción de un emprendedor por lo que considero innecesario retomar esa tarea o extenderla con una discusión sobre cuál definición es la más adecuada, así que me quedo con lo que establece la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económicos (OCDE): “los emprendedores son aquellas personas (dueños de negocios) que buscan generar valor a través de la creación o expansión de la actividad económica, identificando y explotando nuevos productos, procesos o mercados”.

El Reporte Nacional 2015 México elaborado por el GEM explica que “en México, el 45% de la población adulta asegura percibir oportunidades para iniciar un negocio, el 46% considera que tiene las capacidades para hacerlo. Sin embargo, únicamente el 19% tiene intenciones de iniciar un negocio en los próximos tres años. La diferencia puede estar influenciada de manera importante por el hecho de que el 36% de los mexicanos dicen tener miedo al fracaso”.

Un emprendedor busca identificar potenciales oportunidades y al hacerlo, asume un riesgo. El miedo al fracaso está relacionado con el miedo al cambio, a enfrentarse con lo desconocido. Y este temor por lo visto ha ido en aumento entre los mexicanos si comparamos los datos del reporte de 2010 en donde el miedo a emprender era del 33% de los adultos. Un 65% se consideraban con las capacidades para emprender y un 29% eran los motivados para participar en la actividad empresarial.

Curiosamente desde ese mismo año 2010 la Tasa Total de Emprendimiento subió del 10 al 27% en 2015, es decir, como apunta el GEM nuestra actividad emprendedora es creciente en este país, pero mucho emprendimiento mezclado con inseguridad personal y miedo al fracaso nos da un resultado poco deseable: en 2010 el 3.1% de la población adulta dejó de operar un negocio propio en el último año, en 2015 fue el 4.9%.

De nueva cuenta se confirma que la iniciativa (emprendimiento) debe ir acompañada de la determinación (seguimiento y continuidad). Y de paso, mi percepción personal es que en México somos excelentes seguidores de todo lo que se pueda seguir aunque no sepamos a ciencia cierta por qué lo seguimos. México ocupa el tercer lugar a nivel mundial de consumo de video en YouTube, el quinto lugar en usuarios de Facebook y el cuarto lugar en el uso de WhatsApp.


Desde antes de 2010 en nuestro país se ha intensificado la promoción del emprendimiento no como una verdadera vocación sino como una necesidad ante situaciones de desempleo o empleos en condiciones desfavorables. Primero Pepe y Toño y luego Ana y Mary desde 2011 invitan también al emprendimiento de forma muy motivadora, con “casos de éxito” y mucha publicidad masiva pero sin especificar clara y detalladamente el “cómo”, el “por qué” y el “para qué” emprender. Debemos asumir que comenzar una empresa implica conservarla y mejor aún, hacer que crezca. Eso lo veremos en una futura publicación, mientras tanto, deja en ésta tu comentario. 

viernes, 16 de diciembre de 2016

Iniciativa y determinación empresariales

Todos tenemos iniciativa ¿cierto? Y por supuesto algunos la desarrollan a niveles que rozan la excelencia. En términos sencillos, la iniciativa es un adjetivo que nos indica que algo se comienza, es el principio de innumerables de proyectos, tareas, viajes y sobre todo, ideas. Incluso se le atribuye un gran valor a esta característica si hablamos de recursos humanos y lo que se espera de ellos.

Cuando una empresa solicita candidatos para cubrir alguna vacante, además de pedir que los mismos cuenten con determinado nivel académico, cierto rango de edad y conocimientos y habilidades sobre temas específicos, se suele incluir alguna frase del tipo “se busca persona con alto grado de iniciativa”. A estas alturas no me queda la menor duda de que este atributo tiene una enorme relevancia en el mundo empresarial y por lo tanto, en la búsqueda del factor humano más adecuado.

Si intentamos encontrar un empleo ¿verdad que durante la entrevista ponemos una enorme dosis de emoción para afirmar que nuestra iniciativa es prácticamente infinita? De hecho ¿qué candidato se atrevería a decir que no la tiene? Ninguno (eso espero). El problema en las empresas es que le hemos dado demasiada importancia a la iniciativa como si con solo poseerla, automáticamente tuviese la fuerza de realizar grandes acciones, y nos hemos olvidado por completo de que su verdadera esencia solo se refiere a comenzar, a impulsar.

Lo opuesto del impulso es la pasividad, la apatía, la dejadez, la falta de energía. Y curiosamente una gran cantidad de personas con iniciativa cuentan también con esas otras “cualidades”. Antes de que vayas a acusarme de hacer afirmaciones contradictorias, te diré que desafortunadamente la sola iniciativa no es garantía de algo positivo sino de algo bastante común y por lo tanto, sin mérito.

Todo el mundo tiene iniciativa, todo el mundo tiene ideas brillantes, todo el mundo comienza proyectos… pero pocos, muy pocos los terminan. Esta es la parte triste de la historia. Comenzar un curso de idiomas, comenzar a arreglar el jardín, comenzar un libro, comenzar una relación o incluso comenzar un matrimonio es algo que casi todas las personas podemos hacer ya que contamos con iniciativa, pero un gran porcentaje de ellas desiste a lo largo del camino. Se les termina la energía o les llega la pasividad por decirlo de alguna manera.

Preguntarnos los motivos de esta actitud puede convertirse en un callejón sin salida porque seguramente existen tantas explicaciones como personas que la viven. Y no nos aportaría gran beneficio. Mejor te propongo que asumamos que la iniciativa no debe existir en solitario sino acompañada de la determinación. Sí, después de iniciar debemos continuar, hacer que algo ocurra o que nos comportemos de un modo determinado.

¿Y por qué no hacemos que algo ocurra hoy mismo? Seguramente en estos momentos tienes en mente algunos proyectos inconclusos que comenzaste en un arrebato de iniciativa, pero que con el paso de las semanas, meses o años han pasado al baúl de los recuerdos. ¿Y si los rescatas? No tienen porqué ser varios, con uno solo bastaría. Solo elige el menos complicado o el más sencillo, como quieras verlo.


¿Cuál fue el motivo para detener ese proyecto? ¿Falta de dinero, de tiempo o de interés? ¿Por qué no hacer una lista de los beneficios que obtendría tu empresa si se termina el proyecto? Tal vez en el pasado no era el momento propicio y hoy sí lo es. Anímate. Abre ese baúl, desempolva ese viejo proyecto (iniciativa) y échalo a andar poco a poco, sin prisa pero con la determinación de que no se volverá a detener. Y no te detengas para hacer tus comentarios. 

martes, 13 de diciembre de 2016

Las ventas no son lo más importante

¡¿Cómo?! No pienses amigo lector que mi afirmación se debe a que estoy atravesando por una crisis existencial o sufriendo los efectos del síndrome de abstinencia y que estoy en medio de un episodio de delírium trémens que me impide ver la realidad. Al contrario, estoy precisamente ubicando a la actividad de las ventas en el espacio que le corresponde dentro del quehacer empresarial.

A lo largo de mis intervenciones como consultor en diferentes tipos y tamaños de empresas, es común escuchar que el responsable de vender afirme que “Ventas es el área más importante de una empresa porque gracias a ésta ingresa el dinero necesario para que la empresa funcione”. Y luego viene una réplica similar diciendo que “para vender un producto es indispensable que se fabrique a la perfección, por lo tanto Ventas depende completamente de Producción”.

En este punto, llega el corolario “si Administración no le cobrara al cliente ni aplicara sus oficios financieros para poder comprar las materias primas, no habría fabricación ni venta”. ¿Quién tiene la razón? Todos, y ninguno. Cada una de las áreas aporta su especialidad para el buen funcionamiento de una empresa, pero cuando alguna falla, las otras soportan el peso de su ausencia y la empresa sale adelante, no de una manera óptima pero suficiente al menos.

Lo que deben entender los responsables de cada actividad dentro de una empresa, y muy particularmente el dueño de la misma, es que la empresa es un todo, un sistema, un conjunto de cosas (y personas) interconectados entre sí que solo uniendo sus esfuerzos pueden lograr el objetivo del grupo. Y mejor aún, el papel que cada actor juega dentro de la empresa no se limita al momento de comprar materia prima, fabricar el producto o venderlo a un cliente sino que su participación se requiere mucho antes.

Administración no solo gestiona los recursos financieros para realizar las compras sino que cuida el reemplazo de las máquinas cuando ya no dan para más, paga los salarios de quienes producen y quienes venden y verifica que se cumpla con los lineamientos establecidos por la autoridad (licencias, impuestos, condiciones laborales).

Producción tiene que administrar los espacios de almacenaje, calcular las cantidades a utilizar de cada materia prima, cuidar que los procesos de fabricación se apegan a los estándares establecidos, suplir oportunamente los puestos de quienes no se presentan a laborar, corregir las fallas o defectos en el producto final e incluso echar mano de la creatividad cuando un ingrediente no cumple con las especificaciones necesarias y la entrega del producto al cliente es inminente.

¿Y Ventas? Pues necesariamente y por anticipado tiene que preparar una agenda de visitas a clientes actuales o potenciales, analizar a quienes se les debe atender con prioridad porque se les vende bien (o quizás porque se les vende mal), determinar si los productos siguen vendiéndose de forma constante o hay que diseñar una nueva estrategia, investigar en la calle qué está haciendo la competencia y también qué es lo que está demandando el mercado.

¿Verdad que todas las áreas son importantes? Sin embargo me atrevo a afirmar con fuerza que sí existe un área imprescindible y que carecer de ella puede llevar a una empresa a su ruina: la Dirección. Y con mucha mayor razón si este puesto es ocupado por el dueño. Todas las áreas de una empresa son importantes pero la responsable de vigilarlas, dirigirlas, motivarlas, sancionarlas y cohesionarlas es Dirección.



¿Cómo se debe dirigir una empresa? Ese es un tema interesantísimo que abordaremos en otro post, mientras tanto tus comentarios a éste se agradecen.