El adjetivo se toma prestado del libro
“Ensayos de Tecnodicea”, escrito por el filósofo
español Manuel Luna Alcoba y en donde nos habla del heroico inventor afirmando que “resulta muy habitual, a la hora de
racionalizar la historia de la tecnología o a la hora de hacer filosofía,
aislar la aparición de una tecnología de su contexto. Es entonces cuando surge
la figura del inventor. El inventor es un individuo noble y heroico que,
luchando contra las adversidades, logra una patente que cambiará el mundo”.
Y si de conceptos idealistas se trata,
es todavía más descriptiva la definición contenida en el Diccionario de la
creatividad.
Ricardo López Pérez (2001) que reza “[…] los inventos surgen plenamente
desarrollados de la mente de una persona excepcional. Se trata de un aporte que
directamente surge del gesto solitario de seres superiores, que no dependen del
patrimonio de su época, del saber acumulado, de procesos sostenidos, ni de las
influencias de otras personas”.
¿Verdad que estas afirmaciones
resultan aleccionadoras, y hasta provocativas? ¡Quién no desearía convertirse
en inventor después de leerlas! Sin embargo amigo lector, si reflexionaste con
detenimiento y suficiente crítica, habrás descubierto que los inventores en la
vida real ¡no son así! Para que una innovación salga al mercado es necesaria la
integración de varios factores interrelacionados entre sí como el mercado, los
recursos financieros, la industria, las regulaciones gubernamentales, los
investigadores, las relaciones públicas, la disponibilidad tecnológica…
Es así como podemos asumir que no existe ese inventor heroico encerrado en su laboratorio
y alejado del materialista mundo empresarial. El inventor necesita ser
también un hombre de negocios que se mantenga
al tanto de lo que sucede en su industria, cuidando sus invenciones mediante el
registro de patentes y beneficiándose de ellas a través de su explotación, su
venta o licenciándolas.
Ahora pasemos de lo inventivo a lo empresarial,
en donde el mito se construye alrededor del empresario
heroico. Ese personaje que al igual que el inventor, gesta en su mente
prodigiosa una idea de negocio innovadora (un producto, un servicio, un
concepto) y sin más recursos que su propia iniciativa, se juega el todo por el
todo para construir su empresa, generar empleos y contribuir al desarrollo de
la sociedad que lo cobija.
Que existan los mitos no tiene mayor
relevancia, salvo que el empresario se los crea. Es ahí cuando surgen los
problemas. Si un empresario que cuenta con un emprendimiento de reciente
creación y un relativo de éxito empresarial se siente motivado a equiparar su
historia con la de Bill Gates, Howard Schultz o Richard Branson, seguramente
necesita informarse un poco más y también esperar otro poco más. Estas
historias llevan acumuladas al menos cuatro décadas de aciertos, desencuentros,
errores, dudas, desvelos, litigios, competencia feroz y también satisfacciones.
Cada uno de estos “héroes” aprendió en
carne propia lo que implica correr riesgos desmesurados, creer que su producto
es infalible y el costo de no tomar en cuenta la opinión de sus colaboradores
cercanos. El consejo final. No te consideres un empresario heroico a menos que
sepas lo que esto significa. Y heroicamente comenta sobre este post.
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