sábado, 3 de diciembre de 2016

Los pasos para iniciar una empresa

Hoy, como casi todos los días, me invitaron un café tres jóvenes emprendedores graduados en ingeniería para exponerme su proyecto de emprendimiento y a cambio, yo les plantearía algunas recomendaciones (es oportuno aclarar que mis honorarios por asesoría para los nuevos empresarios se cubren así, obsequiándome una taza de esta aromática y estimulante infusión).

Estas reuniones informales regularmente transcurren alrededor de una fabulosa, única y genial idea de negocio poco aterrizada pero eso sí, con una enorme dosis de pasión e ilusión de parte de los emprendedores. Desde que comencé a ofrecer mi tiempo a los nuevos empresarios, me propuse que mi papel y consejo siempre sean imparciales, objetivos y ante todo, honestos. Y en favor de la honestidad, procuro ser además directo. 
   
Con estos jóvenes quedé gratamente sorprendido porque su propuesta ya había pasado de una gran idea a la siguiente etapa: lleva tres meses de estar constituida su empresa ante notario público, ya tienen un contador y están presentando sus declaraciones de impuestos a la Secretaría de Hacienda. Claro, aún falta que esta empresa afine un “pequeño” detalle: vender.

Como reza el viejo refrán, lo cortés no quita lo valiente. Los emprendedores en cuestión se llevaron consigo algunos consejos muy puntuales sobre lo que podrían hacer para lograr ventas pero ante todo para organizarse primero, y después vender. Ése es el orden. Con menos entusiasmo que al inicio pero con mayor determinación, el grupo me aseguró que muy pronto nos volveremos a reunir ante un capuchino, alto, descafeinado y wet para revisar avances, y estoy seguro de que así será.

Yo permanecí unos minutos más en la cafetería en tanto terminaba con mi bebida y reflexionando sobre lo que desafortunadamente ocurre en los campus universitarios al asesorar de forma superficial a los estudiantes. Me explico.  Hace 25 o 30 años cuando se mencionaba la palabra emprendedor, era inevitable pensar en Henry Ford, Bill Gates o Steve Jobs (sí, ya sé que hoy es igual) como ejemplos vivientes de lo que se puede alcanzar con determinación (y un buen inversionista por supuesto).

Lo que también se ha consolidado con el tiempo es la percepción de que el verdadero emprendedor es capaz de introducir innovaciones que modifican profundamente algún área económica o la sociedad entera. Una enorme responsabilidad depositada en los hombros de un joven o jóvenes mexicanos que no cuentan con dinero, con una buena orientación y menos aún, con un inversionista.   

En la actualidad, las escuelas (a diferencia de lo que ocurría en los 80’s) proporcionan a los jóvenes enormes cantidades de información relacionada con el emprendimiento y la gestión empresarial. Es bastante común que un universitario pueda mencionar autores como Drucker, Kotler, Peters, Kaplan, Norton y más recientemente Osterwalder. La información está presente pero no así el análisis y la profundidad sobre estos temas obteniendo como resultado la ya mencionada pasión pero poca objetividad en los proyectos empresariales.

Gracias a esto, si se me permite el atrevimiento, hoy se está viviendo una especie de furor entre los jóvenes por el emprendimiento, muy similar al que vivieron sus contemporáneos en los 40’s por convertirse en científicos para seguir los pasos del ídolo del momento: Albert Einstein. Se persigue al personaje y no necesariamente a su obra. Los medios de comunicación, las aulas de clase, los políticos y los amigos cercanos promueven un ideal emprendedor sin entender cabalmente ni asumir todo lo que implica crear una empresa. Y ojalá que asumas opinar sobre este post.

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