La historia del ser humano, al menos
la que se consigna en libros, contiene
relatos casi fantásticos de hombres y mujeres soñadores que con su
determinación trascendieron a su época dejando para la posteridad su legado de conocimiento y logro, o quizás de necedad y fracaso, pero legado al fin.
Los emprendedores (actuales y de
antaño) utilizan a esos héroes como ejemplo de vida para forjar sus propios
sueños y trazarse metas, que aun cuando buscan emular esas grandes hazañas,
desafortunadamente en la mayoría de los casos construyen castillos en el
aire que al intentar llevarlos a la realidad solo consiguen frustración,
desánimo y alguna pérdida económica.
¿Es posible crear una empresa como
Google, Uber, Coca-Cola o Microsoft? Sí, por supuesto. ¿Es probable que suceda?
Sí, pero dicha probabilidad es brutalmente pequeña. Después de todo, por eso
existen un solo Google, Uber, Coca-Cola o Microsoft. Es cierto que hay otras
empresas similares (llamémosles competencia) en sus respectivas industrias pero
no superan la docena, es decir, nuevamente las estadísticas nos hablan de muy
pocos actores.
Pero amigo lector, antes de que vayas
a concluir que estás leyendo los lamentos de un pesimista empedernido, te pido
un poco de paciencia pues en realidad lo que busco es completamente lo opuesto:
contribuir a la creación de buenas empresas siempre y cuando sus dueños sean
ante todo, realistas.
Por eso el título de este post. En el
mundo real, y más específicamente en los negocios reales, no basta con tener una
prodigiosa una idea de
negocio innovadora para alcanzar la gloria, o al menos un éxito
medianamente satisfactorio. Sí, todo comienza con una idea pero debe secundarse
con prototipos, análisis rigurosos del mercado, propuestas de valor rentables,
gestión del negocio adecuada, finanzas saludables, clientes fieles y una
comunicación impecable con nuestros colaboradores, por lo menos.
Recordemos la famosa Plegaria de la
Serenidad
del teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr (atribuida erróneamente a San
Francisco de Asís o al Grupo de Alcohólicos Anónimos entre otros): “Señor,
concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza
para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la
diferencia”. Más allá de asuntos religiosos, me parece que este verso abona a
la temática inicial pues nos habla de lo posible (lo que podemos cambiar) y lo
probable (lo que somos capaces de cambiar).
Cuando diseñes tu empresa, no lo hagas
con el objetivo de alcanzar las estrellas (ninguna de las empresas mencionadas
lo hizo) porque si no lo logras (cosa muy probable) seguramente querrás
desistir. Es mejor que te propongas metas más alcanzables y cuando lo logres,
plantéate nuevas metas. Te aseguro que llegarás más lejos de lo que hoy te
imaginas.
El adjetivo mismo, “posible”, se
define como que puede ser o suceder y lo “probable” se funda
en razón prudente (prudencia no es sinónimo de temor o de inacción sino de
minimizar el riesgo). Para tener una empresa original, forzosamente se necesita
de un empresario que también lo sea. Es difícil calcular la probabilidad de
crear otro Google pero ya tenemos la cifra que calcula la probabilidad de que
cada uno de nosotros naciéramos tal y como somos.
Esta cifra es prácticamente cero pero
más que desalentarnos, nos deberíamos emocionar porque implica que somos un
milagro en el Universo. El autor del cálculo, Ali Binazir, nos aconseja también:
“Un milagro es un evento tan improbable que resulta casi imposible que suceda.
Ahora ve y siente y actúa como el milagro que eres”. Y espero que no sea un
milagro que opines sobre este post.
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