martes, 6 de diciembre de 2016

Entre lo posible y lo probable

La historia del ser humano, al menos la que se consigna en libros, contiene  relatos casi fantásticos de hombres y mujeres soñadores que con su determinación trascendieron a su época dejando para la posteridad su legado de conocimiento y logro, o quizás de necedad y fracaso, pero legado al fin.

Los emprendedores (actuales y de antaño) utilizan a esos héroes como ejemplo de vida para forjar sus propios sueños y trazarse metas, que aun cuando buscan emular esas grandes hazañas, desafortunadamente en la mayoría de los casos construyen castillos en el aire que al intentar llevarlos a la realidad solo consiguen frustración, desánimo y alguna pérdida económica.

¿Es posible crear una empresa como Google, Uber, Coca-Cola o Microsoft? Sí, por supuesto. ¿Es probable que suceda? Sí, pero dicha probabilidad es brutalmente pequeña. Después de todo, por eso existen un solo Google, Uber, Coca-Cola o Microsoft. Es cierto que hay otras empresas similares (llamémosles competencia) en sus respectivas industrias pero no superan la docena, es decir, nuevamente las estadísticas nos hablan de muy pocos actores.

Pero amigo lector, antes de que vayas a concluir que estás leyendo los lamentos de un pesimista empedernido, te pido un poco de paciencia pues en realidad lo que busco es completamente lo opuesto: contribuir a la creación de buenas empresas siempre y cuando sus dueños sean ante todo, realistas.

Por eso el título de este post. En el mundo real, y más específicamente en los negocios reales, no basta con tener una prodigiosa una idea de negocio innovadora para alcanzar la gloria, o al menos un éxito medianamente satisfactorio. Sí, todo comienza con una idea pero debe secundarse con prototipos, análisis rigurosos del mercado, propuestas de valor rentables, gestión del negocio adecuada, finanzas saludables, clientes fieles y una comunicación impecable con nuestros colaboradores, por lo menos.

Recordemos la famosa Plegaria de la Serenidad del teólogo estadounidense Reinhold Niebuhr (atribuida erróneamente a San Francisco de Asís o al Grupo de Alcohólicos Anónimos entre otros): “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”. Más allá de asuntos religiosos, me parece que este verso abona a la temática inicial pues nos habla de lo posible (lo que podemos cambiar) y lo probable (lo que somos capaces de cambiar).

Cuando diseñes tu empresa, no lo hagas con el objetivo de alcanzar las estrellas (ninguna de las empresas mencionadas lo hizo) porque si no lo logras (cosa muy probable) seguramente querrás desistir. Es mejor que te propongas metas más alcanzables y cuando lo logres, plantéate nuevas metas. Te aseguro que llegarás más lejos de lo que hoy te imaginas. 

El adjetivo mismo, “posible”, se define como que puede ser o suceder y lo “probable” se funda en razón prudente (prudencia no es sinónimo de temor o de inacción sino de minimizar el riesgo). Para tener una empresa original, forzosamente se necesita de un empresario que también lo sea. Es difícil calcular la probabilidad de crear otro Google pero ya tenemos la cifra que calcula la probabilidad de que cada uno de nosotros naciéramos tal y como somos.


Esta cifra es prácticamente cero pero más que desalentarnos, nos deberíamos emocionar porque implica que somos un milagro en el Universo. El autor del cálculo, Ali Binazir, nos aconseja también: “Un milagro es un evento tan improbable que resulta casi imposible que suceda. Ahora ve y siente y actúa como el milagro que eres”. Y espero que no sea un milagro que opines sobre este post.

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