Para que nuestra actividad empresarial
resulte efectiva, es necesario trabajar de forma disciplinada, consistente y
constante (¿existe acaso otra manera de trabajar?). Mi afirmación es bastante
obvia pero en la realidad cotidiana se practica muy pocas veces. La mayoría de
las empresas trabajan en sentido contrario: sin disciplina, sin consistencia,
sin constancia. Y prueba de ello es la tasa de mortalidad empresarial que
oscila entre el 70 y el 85 por ciento a nivel mundial.
En palabras sencillas, son más las
empresas que mueren que las que sobreviven pero no es como para ponernos
melancólicos y tristes (claro, mientras no sea nuestra propia empresa la que
muera ¿verdad?), la cifra es solo de promedio. Existen empresas verdaderamente
longevas como la Kongō Gumi Co., Ltd., dedicada a las construcciones fundada en
el año 578 y que se declaró en bancarrota en 2006 tras permanecer activa por
1,428 años.
Tenemos otro ejemplo de longevidad con
el hotel Hoshi Ryokan fundado en el año 718 y sigue activo después de 1,288
años (figura en el Libro Guinness de los récords). Los tiempos cambian y las
empresas también. Hoy el promedio de vida empresarial varía según la región del
mundo que se trate. La empresas latinoamericanas viven una media de 12 años, las españolas 11.69 y las mexicanas 7.7 años, aunque
debemos tomar en cuenta que también las condiciones del entorno cambian.
En 1920 las empresas que cotizaban en
el Índice S&P 500 (Standard and
Poor’s 500 Index) vivían en promedio 67
años,
hoy viven 15 aunque hay quienes afirman que
son solo 10 años.
Si tomamos en cuenta las conclusiones publicadas por la Real Sociedad de
Londres, el hecho de que una empresa desaparezca no es necesariamente negativo porque
podría deberse a que la empresa se transforma en otra empresa o pasa a formar
parte de una más grande. Esta gran velocidad con la que desaparecen las
empresas, vaticina que en el 2027 solo quedará el 25% de las empresas del
Índice S&P 500. Pero insisto, no debe ser tema de preocupación sino de
reflexión primero, y de acción después.
Entonces ¿el camino para las empresas
debería ser el crecimiento? ¿Convertirlas en grandes corporaciones para que logren
sobrevivir el paso del tiempo? Esta es una alternativa que tiene dos modelos a
seguir: el modelo occidental que busca el crecimiento permanente de las
empresas a costa de su independencia (fusiones, adquisiciones) y el modelo
oriental que evita a toda costa el crecimiento para conservar la propiedad de
la empresa con la familia original.
Precisamente las empresas longevas antes
mencionadas (Kongō Gumi y Hoshi Ryokan) son de origen japonés y pertenecientes prácticamente
a una sola familia a lo largo de su historia. ¿Cómo lo han logrado? Una buena
explicación la proporciona el profesor Makoto Kanda de la Universidad Meiji Gakuin: "Las compañías
japonesas han podido sobrevivir durante tanto tiempo porque son pequeñas, sobre
todo familiares, y porque se enfocan en el principio o credo de que no están vinculadas exclusivamente a
obtener ganancias".
Y esto nos habla del estilo occidental
que persigue ante todos la obtención de ganancias a corto plazo, la
rentabilidad, lo que a su vez permite un crecimiento permanente y sostenido a
lo largo del tiempo. Una de las empresas consultoras con mayor
prestigio a nivel mundial, McKinsey nos proporciona su metodología de “Los tres horizontes de
crecimiento” muy útil en tiempos de incertidumbre ya que en palabras
de la propia firma de trata de un modelo “para equilibrar la atención (de
Dirección) y las inversiones en el rendimiento actual y las oportunidades de
crecimiento (futuro)”. Y dame la oportunidad de recibir tus comentarios.
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