En este espacio ya hemos abordado el
tema del fracaso y cómo el vivirlo (o
sufrirlo) puede servirnos de elemento “motivador” para salir adelante en
nuestros empredimientos. Incluso hay propuestas interesantes (ojo, solo
interesantes) que lo llevan a niveles literalmente “institucionales” cuando
vemos por ejemplo la creación del Instituto del Fracaso.
Es común también escuchar afirmaciones
del tipo “miedo al fracaso” o su contraparte “miedo al éxito”, y ambas
reafirman la angustia que se sufre ante el riesgo de sufrir un daño, en la
mayoría de los casos solo imaginario. Existe otro tipo de miedo muy similar
pero me parece de una mayor complejidad: el miedo al cambio. Lo complejo se
deriva de que simple y llanamente se elige mantener las cosas como están de
manera permanente sin la menor posibilidad de modificación. En otras palabras,
nos mantenemos en nuestra zona de confort.
Al realizar mis actividades cotidianas
en el tema emprendedor, lo que me he encontrado ha sido el miedo, sí, pero ‘antes
de’ y no ‘después de’. El espíritu del emprendimiento vive dentro de la mente de algunas personas en un permanente
análisis del futuro: “cuando por fin vaya a iniciar mi empresa…”, “ya que
comience la producción”, “el día que reciba el préstamo entonces…”, “iremos
creciendo poco a poco”, “si todo marcha bien…”.
Se trata de un temor por el posible resultado
mucho antes de comenzar a actuar, de manera similar a esas abuelas que deciden
no ir al doctor por temor a que les diagnostique alguna enfermedad, y si ésta
es incurable, mucho peor. Ante formas de pensar tan catastrofistas, no deberían
extrañarnos las cifras de muertes por enfermedades que no se detectaron
oportunamente y que pudieron haberse evitado, pero el miedo al diagnóstico
lleva la delantera.
Me parece que ese temor a lo futuro
aunque sea incierto, podría llamarse “terribilitis”, término acuñado por el
español Rafael Santandreu y que lo define como la tendencia a decirse que cualquier
adversidad es terrible, aunque para este autor solo puede ser terrible no poder dormir, comer o beber y
sugiere aprender a no terribilizar
sobre situaciones cotidianas: perder un tren, entregar una tarea a tiempo, ser
puntual, hacer las cosas bien en el trabajo…
Y yo agrego por supuesto que debemos
aprender a no terribilizar por emprender
ya que el emprendimiento es precisamente una situación cotidiana y no
extraordinaria como mucha gente lo cree. Hay doctores, arquitectos, vigilantes,
policías, políticos, maestros y empresarios. Todas las personas elegimos una actividad
preponderante y quizás rutinaria, pero es finalmente una elección y como tal,
cambiable.
¿No me gustó el emprendimiento que
inicié? Cambiaré de giro. ¿No tengo los ingresos que esperaba? Buscaré otra
estrategia. ¿Las ventas van a la baja? Es tiempo de innovar. Espero que hayas
notado que la posibilidad de cambio es ‘después
de’ actuar, no antes. La única manera en la que podría yo sentir verdadero
temor por lo que puede ocurrir, sería si fuese capaz de leer el futuro, no solo
de imaginarlo.
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