viernes, 16 de diciembre de 2016

Iniciativa y determinación empresariales

Todos tenemos iniciativa ¿cierto? Y por supuesto algunos la desarrollan a niveles que rozan la excelencia. En términos sencillos, la iniciativa es un adjetivo que nos indica que algo se comienza, es el principio de innumerables de proyectos, tareas, viajes y sobre todo, ideas. Incluso se le atribuye un gran valor a esta característica si hablamos de recursos humanos y lo que se espera de ellos.

Cuando una empresa solicita candidatos para cubrir alguna vacante, además de pedir que los mismos cuenten con determinado nivel académico, cierto rango de edad y conocimientos y habilidades sobre temas específicos, se suele incluir alguna frase del tipo “se busca persona con alto grado de iniciativa”. A estas alturas no me queda la menor duda de que este atributo tiene una enorme relevancia en el mundo empresarial y por lo tanto, en la búsqueda del factor humano más adecuado.

Si intentamos encontrar un empleo ¿verdad que durante la entrevista ponemos una enorme dosis de emoción para afirmar que nuestra iniciativa es prácticamente infinita? De hecho ¿qué candidato se atrevería a decir que no la tiene? Ninguno (eso espero). El problema en las empresas es que le hemos dado demasiada importancia a la iniciativa como si con solo poseerla, automáticamente tuviese la fuerza de realizar grandes acciones, y nos hemos olvidado por completo de que su verdadera esencia solo se refiere a comenzar, a impulsar.

Lo opuesto del impulso es la pasividad, la apatía, la dejadez, la falta de energía. Y curiosamente una gran cantidad de personas con iniciativa cuentan también con esas otras “cualidades”. Antes de que vayas a acusarme de hacer afirmaciones contradictorias, te diré que desafortunadamente la sola iniciativa no es garantía de algo positivo sino de algo bastante común y por lo tanto, sin mérito.

Todo el mundo tiene iniciativa, todo el mundo tiene ideas brillantes, todo el mundo comienza proyectos… pero pocos, muy pocos los terminan. Esta es la parte triste de la historia. Comenzar un curso de idiomas, comenzar a arreglar el jardín, comenzar un libro, comenzar una relación o incluso comenzar un matrimonio es algo que casi todas las personas podemos hacer ya que contamos con iniciativa, pero un gran porcentaje de ellas desiste a lo largo del camino. Se les termina la energía o les llega la pasividad por decirlo de alguna manera.

Preguntarnos los motivos de esta actitud puede convertirse en un callejón sin salida porque seguramente existen tantas explicaciones como personas que la viven. Y no nos aportaría gran beneficio. Mejor te propongo que asumamos que la iniciativa no debe existir en solitario sino acompañada de la determinación. Sí, después de iniciar debemos continuar, hacer que algo ocurra o que nos comportemos de un modo determinado.

¿Y por qué no hacemos que algo ocurra hoy mismo? Seguramente en estos momentos tienes en mente algunos proyectos inconclusos que comenzaste en un arrebato de iniciativa, pero que con el paso de las semanas, meses o años han pasado al baúl de los recuerdos. ¿Y si los rescatas? No tienen porqué ser varios, con uno solo bastaría. Solo elige el menos complicado o el más sencillo, como quieras verlo.


¿Cuál fue el motivo para detener ese proyecto? ¿Falta de dinero, de tiempo o de interés? ¿Por qué no hacer una lista de los beneficios que obtendría tu empresa si se termina el proyecto? Tal vez en el pasado no era el momento propicio y hoy sí lo es. Anímate. Abre ese baúl, desempolva ese viejo proyecto (iniciativa) y échalo a andar poco a poco, sin prisa pero con la determinación de que no se volverá a detener. Y no te detengas para hacer tus comentarios. 

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