martes, 7 de febrero de 2017

Las ventajas de ser migrante

¿Ventajas? Sí, leíste bien, ventajas. Pero antes de entrar de lleno al tema, quiero curarme en salud (un disclaimer como también se dice). En los últimos meses los medios de comunicación, los políticos, los empresarios, nuestro presidente, los millonarios, los artistas, los ciudadanos… en fin, todos, hemos dedicado nuestra atención en mayor o menor medida, a lo que se amenazó primero y que se cumplió después: iniciativas en contra de los inmigrantes en Estados Unidos.

También pasamos de los comentarios de sobremesa y las discusiones con colegas y amigos tanto en persona como por vía remota (léase redes sociales) a expresiones más intensas como acudir a una marcha de protesta. Aún me cuesta trabajo poder calificar el nivel de efectividad (y de involucramiento por supuesto) que representa poner en nuestro perfil de WhatsApp una bandera mexicana o cantar el himno nacional durante un partido de futbol, pero también contamos con este tipo de acciones.

El rechazo a estas medidas norteamericanas es casi unánime no solo en México sino en muchas naciones que se ven afectadas, sobre todo (obviamente) aquellos países que envían voluntaria o forzadamente a miles de sus ciudadanos a ese lugar emblemático y defensor del mundo libre en donde todos se pueden expresar y además pueden emprender (antes le decían el sueño americano, aunque para muchos ha sido una pesadilla). 

El inconveniente que yo veo de todo este rechazo es que también va acompañado de temor. Los gobiernos, los artistas, los dreamers, los migrantes (sobre todo ilegales), los parientes de los migrantes, los defensores de derechos humanos, los economistas y los activistas tienen miedo de lo que vendrá después, aunque no saben a ciencia cierta cómo será la nueva situación. Es un temor que roza la terribilitis o tendencia a decirse que cualquier adversidad es terrible, lo que hace más dañino su efecto. Hasta aquí lo de “curarme en salud”.    

Existen dos formas de enfrentar los problemas: con una buena o con una mala actitud. Hay también dos maneras de asumir los retos que se nos presentan: con intensa proactividad o con simple resignación (entendiendo al reto como un desafío y por lo tanto un estímulo a la acción). Y finalmente cuando llega el momento de asumir las consecuencias por haber tomado una decisión difícil cuando no contamos con otras opciones, lo hacemos con una sonrisa y echados para adelante o a regañadientes y vociferando maldiciones constantemente.

Una de esas decisiones difíciles es precisamente la migración, solo que en este tema desafortunadamente también existen dos posibilidades: migración voluntaria o migración forzada. Si elegimos cambiar nuestro lugar de residencia porque tendremos un nuevo empleo o por razones de estudios, dicho cambio puede resultar bastante llevadero al evaluar el beneficio final que puede traducirse en mejorar nuestra economía y nuestras capacidades. Ahora bien, cuando nos vemos obligados a abandonar familia, amigos y casa porque no existe otra opción para salir a flote, definitivamente tenemos que echar mano de toda nuestra voluntad y ánimo para no derrumbarnos.

La repatriación es exactamente igual a lo descrito solo que en sentido inverso: de regreso a nuestro lugar de origen. Y es aquí en donde encuentro las ventajas de ser migrante “repatriado”, aunque es solo el comienzo de esta emocionante aventura (sí, emocionante por tantos estados de ánimo que se presentan). Me explico. A nivel mundial existe una búsqueda permanente por mejorar las competencias profesionales, particularmente de los jóvenes universitarios y con ello incrementar sus posibilidades de encontrar un mejor empleo.

Estas competencias abarcan desde la formación académica, el aprendizaje de otro idioma y las prácticas universitarias hasta el involucramiento del joven en proyectos de cooperación. En la Unión Europea los jóvenes universitarios que deseen vivir por primera vez en un país extranjero buscan ser apoyados con una beca que les ayude a conseguir los fondos mínimos necesarios para su hospedaje y parte de su manutención. En México es el Instituto Mexicano de la Juventud el responsable de administrar este tipo de apoyos.

Solo que como ya lo mencioné, estas ayudas son fundamentalmente para jóvenes universitarios, lo que deja fuera a un gran número de personas que no tienen esta edad ni desarrollan una actividad estudiantil. Y es aquí en donde quiero equiparar las competencias que se pueden adquirir en el extranjero de manera voluntaria (becas) con aquellas que se obtienen de manera no tan voluntaria (emigrando) pero que en definitiva ambas permiten mejorar las opciones de empleo o autoempleo cuando se regresa al país de origen.

¿Cómo es el perfil del migrante mexicano que regresa a México? La respuesta no es sencilla ni muy exacta pero existen algunas aproximaciones que pueden ayudar a evaluar mejor las posibilidades de reinserción laboral para quienes se encuentran en esta situación. Si revisamos en detalle el trabajo de investigación Perfil laboral de migrantes mexicanos deportados e inserción laboral en México basado a su vez en la Encuesta sobre Migración en la Frontera Norte de México (Emif) correspondiente a 2014, veremos que, contrario a lo que pueda suponerse, quienes regresan a México lo hacen en condiciones muy similares a las que viven aquellos que no han salido del país (la conclusión es mía).

De los que regresan, un 87% tiene entre 15 y 40 años de edad (emigran jóvenes y regresan jóvenes), el 47.6% cuenta con secundaria y un 88% tiene experiencia laboral (en la construcción y preparación de alimentos primordialmente). De la Población Económicamente Activa (PEA) que reside en nuestro país, el 74% tiene entre 15 y 40 años, el 37.31% cuenta con secundaria y un 89% tiene experiencia laboral de acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del 4to. Trimestre del 2014.

Como podemos observar, la mayoría de quienes retornan a México superan en proporción de estudios y juventud a quienes no emigraron, con una ventaja adicional: la cuarta parte de los migrantes tiene conocimientos de inglés. Nuevamente es complicado tratar de establecer de manera precisa el nivel de dominio del idioma de parte de los mexicanos así que solo podemos establecer aproximaciones.

El Instituto Mexicano para la Competitividad (IMCO) afirma que solo el 5 por ciento de la población en México habla inglés, y en la Emif mencionada se aprecia que de los migrantes que regresan a México, el 27 por ciento tiene conocimientos de este idioma. Y si esto no fuera suficiente, la gran mayoría de los migrantes que he podido conocer, regresan a su tierra con una mentalidad muy distinta de la que tenían al marcharse, me atrevo a decir que casi aguerrida en temas de emprendimiento principalmente.

Un dato más. No todos los migrantes llegan a Estados Unidos cruzando el desierto o nadando por el Río Bravo, más de la mitad eluden a las autoridades migratorias efectivamente por la frontera con México, en cambio los demás ingresan legalmente, pero infringen los términos de sus visas de visita al quedarse a trabajar o al no regresar a sus países. Además existen migrantes voluntarios temporales, se les podría identificar como “mojados de lujo” ya que regularmente son jóvenes que viajan al extranjero para ganar unos dólares (o euros) y regresan a casa para disfrutarlos.

¿Cómo podemos solidarizarnos con nuestros hermanos migrantes que están de regreso? Tratándolos como personas afortunadas y no como fracasadas. Me parece que son excelentes candidatos para conseguir un buen empleo o mejor aún, para convertirse en empresarios así que quienes deberíamos “preocuparnos” somos los que seguimos aquí. Nuestra solidaridad podría reducirse simplemente a abrocharnos un seguro (sí, de los que son para la ropa) en algún lugar visible para mostrarle al mundo que somos aliados "seguros" en contra de la violencia nacionalista y racista. Que cada quien decida y espero también tu decisión para comentar sobre este post.

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