¿Ventajas? Sí, leíste bien, ventajas.
Pero antes de entrar de lleno al tema, quiero curarme en salud (un disclaimer como también se dice). En los últimos
meses los medios de comunicación, los políticos, los empresarios, nuestro
presidente, los millonarios, los artistas, los ciudadanos… en fin, todos, hemos dedicado nuestra atención en mayor o menor medida, a lo que se amenazó
primero y que se cumplió después: iniciativas en contra de los inmigrantes en
Estados Unidos.
También pasamos de los comentarios de
sobremesa y las discusiones con colegas y amigos tanto en persona como por vía
remota (léase redes sociales) a expresiones más intensas como acudir a una
marcha de protesta. Aún me cuesta trabajo poder calificar el nivel de efectividad (y de involucramiento
por supuesto) que representa poner en nuestro perfil de WhatsApp una bandera
mexicana o cantar el himno nacional durante un partido de futbol, pero también contamos
con este tipo de acciones.
El rechazo a estas medidas
norteamericanas es casi unánime no solo en México sino en muchas naciones que
se ven afectadas, sobre todo (obviamente) aquellos países que envían voluntaria
o forzadamente a miles de sus ciudadanos a ese lugar emblemático y defensor del
mundo libre en donde todos se pueden
expresar y además pueden emprender (antes le decían el sueño americano, aunque para
muchos ha sido una pesadilla).
El inconveniente que yo veo de todo este
rechazo es que también va acompañado de temor. Los gobiernos, los artistas, los
dreamers, los migrantes (sobre todo
ilegales), los parientes de los migrantes, los defensores de derechos humanos,
los economistas y los activistas tienen miedo de lo que vendrá después, aunque
no saben a ciencia cierta cómo será la nueva situación. Es un temor que roza la
terribilitis o tendencia a decirse que cualquier
adversidad es terrible, lo que hace más dañino su efecto. Hasta aquí lo de “curarme
en salud”.
Existen dos formas de enfrentar los
problemas: con una buena o con una mala actitud. Hay también dos maneras de asumir
los retos que se nos presentan: con intensa proactividad o con simple
resignación (entendiendo al reto como un desafío y por lo tanto un estímulo a
la acción). Y finalmente cuando llega el momento de asumir las consecuencias
por haber tomado una decisión difícil cuando no contamos con otras opciones, lo
hacemos con una sonrisa y echados para adelante o a regañadientes y vociferando
maldiciones constantemente.
Una de esas decisiones difíciles es
precisamente la migración, solo que en este tema desafortunadamente también
existen dos posibilidades: migración voluntaria o migración forzada. Si elegimos
cambiar nuestro lugar de residencia porque tendremos un nuevo empleo o por
razones de estudios, dicho cambio puede resultar bastante llevadero al evaluar
el beneficio final que puede traducirse en mejorar nuestra economía y nuestras
capacidades. Ahora bien, cuando nos vemos obligados a abandonar familia, amigos
y casa porque no existe otra opción para salir a flote, definitivamente tenemos
que echar mano de toda nuestra voluntad y ánimo para no derrumbarnos.
La repatriación es exactamente igual a lo descrito solo
que en sentido inverso: de regreso a nuestro lugar de origen. Y es aquí en
donde encuentro las ventajas de ser migrante “repatriado”, aunque es solo el
comienzo de esta emocionante aventura (sí, emocionante por tantos estados de
ánimo que se presentan). Me explico. A nivel mundial existe una búsqueda
permanente por mejorar las competencias profesionales, particularmente de los
jóvenes universitarios y con ello incrementar sus posibilidades de encontrar un
mejor empleo.
Estas competencias abarcan desde la
formación académica, el aprendizaje de otro idioma y las prácticas
universitarias hasta el involucramiento del joven en proyectos de cooperación. En
la Unión Europea los jóvenes universitarios que deseen vivir por primera vez en
un país extranjero buscan ser apoyados con una beca que les ayude a conseguir
los fondos mínimos necesarios para su hospedaje y parte de su manutención. En
México es el Instituto Mexicano de la Juventud el responsable de administrar este tipo de apoyos.
Solo que como ya lo mencioné, estas
ayudas son fundamentalmente para jóvenes universitarios, lo que deja fuera a un
gran número de personas que no tienen esta edad ni desarrollan una actividad
estudiantil. Y es aquí en donde quiero equiparar las competencias que se pueden
adquirir en el extranjero de manera voluntaria (becas) con aquellas que se
obtienen de manera no tan voluntaria (emigrando) pero que en definitiva ambas
permiten mejorar las opciones de empleo o autoempleo cuando se regresa al país
de origen.
¿Cómo es el perfil del migrante mexicano
que regresa a México? La respuesta no es sencilla ni muy exacta pero existen
algunas aproximaciones que pueden ayudar a evaluar mejor las posibilidades de
reinserción laboral para quienes se encuentran en esta situación. Si revisamos
en detalle el trabajo de investigación Perfil laboral de migrantes mexicanos deportados e
inserción laboral en México basado a su vez en la Encuesta sobre
Migración en la Frontera Norte de México (Emif) correspondiente a 2014, veremos
que, contrario a lo que pueda suponerse, quienes regresan a México lo hacen en
condiciones muy similares a las que viven aquellos que no han salido del país
(la conclusión es mía).
De los que regresan, un 87% tiene entre
15 y 40 años de edad (emigran jóvenes y regresan jóvenes), el 47.6% cuenta con
secundaria y un 88% tiene experiencia laboral (en la construcción y preparación
de alimentos primordialmente). De la Población Económicamente Activa (PEA) que
reside en nuestro país, el 74% tiene entre 15 y 40 años, el 37.31% cuenta con
secundaria y un 89% tiene experiencia laboral de acuerdo con la Encuesta
Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del 4to. Trimestre del 2014.
Como podemos observar, la mayoría de
quienes retornan a México superan en proporción de estudios y juventud a
quienes no emigraron, con una ventaja adicional: la cuarta parte de los
migrantes tiene conocimientos de inglés. Nuevamente es complicado tratar de
establecer de manera precisa el nivel de dominio del idioma de parte de los
mexicanos así que solo podemos establecer aproximaciones.
El Instituto Mexicano para la
Competitividad (IMCO) afirma que solo el 5 por ciento de la población en México habla inglés, y en la Emif mencionada se
aprecia que de los migrantes que regresan a México, el 27 por ciento tiene
conocimientos de este idioma. Y si esto no fuera suficiente, la gran mayoría de
los migrantes que he podido conocer, regresan a su tierra con una mentalidad muy
distinta de la que tenían al marcharse, me atrevo a decir que casi aguerrida
en temas de emprendimiento principalmente.
Un dato más. No todos los migrantes llegan
a Estados Unidos cruzando el desierto o nadando por el Río Bravo, más de la
mitad eluden a las autoridades migratorias efectivamente por la frontera con
México, en cambio los demás ingresan legalmente, pero infringen los términos de sus
visas de visita al quedarse a trabajar o al no regresar a sus países. Además existen migrantes
voluntarios temporales, se les podría identificar como “mojados de lujo” ya que regularmente son
jóvenes que viajan al extranjero para ganar unos dólares (o euros) y regresan a
casa para disfrutarlos.
¿Cómo podemos solidarizarnos con
nuestros hermanos migrantes que están de regreso? Tratándolos como personas
afortunadas y no como fracasadas. Me parece que son excelentes candidatos para conseguir un buen empleo o mejor aún, para convertirse en empresarios así que quienes deberíamos “preocuparnos” somos los
que seguimos aquí. Nuestra solidaridad podría reducirse simplemente a abrocharnos
un seguro (sí, de los que son para la ropa) en algún lugar visible para
mostrarle al mundo que somos aliados "seguros" en contra de la violencia
nacionalista y racista. Que cada quien decida y espero también tu decisión para
comentar sobre este post.
No hay comentarios:
Publicar un comentario